Pasear por Toulouse es un placer; los edificios con su ladrillo rosa, la tranquilidad que se respira, el Garona que discurre plácido, algún grupo de amigos sentados en el césped, bicicletas que pasan a tu lado. Se nota que el nivel de vida es bueno y los habitantes les gusta vivir bien; tienen algo de latinos. Quizá sea porqué después de la guerra fijaron su residencia - lamentablemente - una gran cantidad de españoles exiliados ( más de cien mil según algunas fuentes ).
T. queda razonablemente cerca - unas cuatro horas - y siempre tiene alguna actividad interesante. Lógicamente dispone de monumentos y museos para aburrir a cualquiera. Pero no hay que gastar neuronas, simplemente pasear por sus calles e ir descubriendo los diferentes palacios, edificios singulares, y montones de interesantes construcciones; es una gozada. Si lo complementas con algún amable amigo que te haga de guía y te cuente las diferentes historias...
Este sábado tenía que ir a T. a buscar unos libros y se lo comenté a Fer, alias " Pullmantur ", por si le apetecía acompañarme, también a Dani y Enri. Más tarde se agregaron Fernando y unas simpáticas señoritas – Begoña, Gloria y Pilar - que hicieron más agradable la estancia y el viaje. Siempre somos un grupo de mardanos y hace gozo la compañía femenina. Además desayunamos en una Pâtisserie, sentados, con nuestro Café au lait y un croissant; algo verdaderamente inaudito para Pullmantur.
Los Jacobinos:
La primera vez que vi una iglesia de ladrillos aluciné, fue en Albi, y sus largas paredes me dejaron boquiabierto. En esta zona no disponen de piedra y no les queda otro remedio que edificar con lo que tienen o fabrican. El interior es absolutamente diferente y en el caso de los Jacobinos es una completa sorpresa; la distribución de las columnas, su forma y el espejo que han puesto para poder admirar la palmera que forman. Es muy agradable visitar el claustro – tres euros - que está a su lado y es un rincón muy tranquilo.
El pastel:
Muchos de los impresionantes edificios de T. son el resultado de la riqueza obtenida en el S.XV con el comercio del pastel. Existe en la zona una hierba que permite teñir las telas de un color: el pastel. Hasta que las mercancías de Oriente no entraron en Europa con la apertura de la ruta de la seda, la única forma de teñir las telas era esta, y sus mercaderes se enriquecían con su venta. Me resulta curioso que en el medievo hubiera ciudades que se enriquecieran con la venta de una única mercancía y no se arruinaran con las múltiples guerras y pestes. Me recuerda el caso de las patatas de Irlanda; una enfermedad pudrió las patatas y estuvieron años muriéndose de hambre.
Las plazas:
Hay varias plazas en T. llenas de terrazas, bares y restaurantes; vida al fin y al cabo. Es muy curiosa la forma extravagante de vestir de algunos individuos-as de esta ciudad. Resulta muy didáctico pararse un rato a ver las diferentes estéticas que circulan, no te quedarás indiferente.
Nosotros elegimos un restaurante con terraza para comer ; Chez Emile, en la plaza St. Georges. Ya habíamos estado hace unos años, pero esta vez comimos mejor que la anterior. Fer nos invitó a una botella de Gewustraminer de Alsacia – que estaba muy buena con los postres - para celebrar su cincuenta aniversario: ¡ Felicidades ¡.
La plaza Capitole es la más espectacular; sus arcadas con pinturas en el techo, los edificios – el capitole o ayuntamiento - , las farolas. A mí personalmente me parece demasiado seria, me recuerda un poco el aire seco de las construcciones de Viena. Detrás del Capitole está el Donjon o torre del homenaje en una animada plaza – más íntima que la otra – y alberga la oficina de Turismo.
Le château de l’eau:
Esta es la curiosa forma que tienen los galos de llamar a los depósitos de agua. Es el más antiguo y se ubica junto al Garona, utilizando la fuerza de sus aguas para mover unas norias – que aun se pueden ver en su interior - y estas a su vez movían las bombas que subían el agua a su parte superior. De la parte alta – aprovechando la fuerza de la gravedad - alimentaban las fuentes públicas del pueblo. En la puerta de entrada hay una placa de una riada – crue en galo– que llegó increíblemente alta. Lo han restaurado y alberga exposiciones de fotografía y un centro de documentación fotográfica – cerrado por vacaciones - . Atención al horario porque sólo abren por las tardes y ya hemos hecho varios viajes para intentar verlo.
Vimos dos exposiciones de fotógrafos del este, uno eslovaco – Martin Kollar – nos presentaba interesantes y curiosas vistas de su país con un color diferente. El otro fulano había acompañado una furgoneta de congelados por Hungría o algún país así y la verdad es que no me llamó demasiado la atención.
También visitamos la exposición de Robert Doisneau que reseño en este post.
T. queda razonablemente cerca - unas cuatro horas - y siempre tiene alguna actividad interesante. Lógicamente dispone de monumentos y museos para aburrir a cualquiera. Pero no hay que gastar neuronas, simplemente pasear por sus calles e ir descubriendo los diferentes palacios, edificios singulares, y montones de interesantes construcciones; es una gozada. Si lo complementas con algún amable amigo que te haga de guía y te cuente las diferentes historias...
Este sábado tenía que ir a T. a buscar unos libros y se lo comenté a Fer, alias " Pullmantur ", por si le apetecía acompañarme, también a Dani y Enri. Más tarde se agregaron Fernando y unas simpáticas señoritas – Begoña, Gloria y Pilar - que hicieron más agradable la estancia y el viaje. Siempre somos un grupo de mardanos y hace gozo la compañía femenina. Además desayunamos en una Pâtisserie, sentados, con nuestro Café au lait y un croissant; algo verdaderamente inaudito para Pullmantur.
Los Jacobinos:
La primera vez que vi una iglesia de ladrillos aluciné, fue en Albi, y sus largas paredes me dejaron boquiabierto. En esta zona no disponen de piedra y no les queda otro remedio que edificar con lo que tienen o fabrican. El interior es absolutamente diferente y en el caso de los Jacobinos es una completa sorpresa; la distribución de las columnas, su forma y el espejo que han puesto para poder admirar la palmera que forman. Es muy agradable visitar el claustro – tres euros - que está a su lado y es un rincón muy tranquilo.
El pastel:
Muchos de los impresionantes edificios de T. son el resultado de la riqueza obtenida en el S.XV con el comercio del pastel. Existe en la zona una hierba que permite teñir las telas de un color: el pastel. Hasta que las mercancías de Oriente no entraron en Europa con la apertura de la ruta de la seda, la única forma de teñir las telas era esta, y sus mercaderes se enriquecían con su venta. Me resulta curioso que en el medievo hubiera ciudades que se enriquecieran con la venta de una única mercancía y no se arruinaran con las múltiples guerras y pestes. Me recuerda el caso de las patatas de Irlanda; una enfermedad pudrió las patatas y estuvieron años muriéndose de hambre.
Las plazas:
Hay varias plazas en T. llenas de terrazas, bares y restaurantes; vida al fin y al cabo. Es muy curiosa la forma extravagante de vestir de algunos individuos-as de esta ciudad. Resulta muy didáctico pararse un rato a ver las diferentes estéticas que circulan, no te quedarás indiferente.
Nosotros elegimos un restaurante con terraza para comer ; Chez Emile, en la plaza St. Georges. Ya habíamos estado hace unos años, pero esta vez comimos mejor que la anterior. Fer nos invitó a una botella de Gewustraminer de Alsacia – que estaba muy buena con los postres - para celebrar su cincuenta aniversario: ¡ Felicidades ¡.
La plaza Capitole es la más espectacular; sus arcadas con pinturas en el techo, los edificios – el capitole o ayuntamiento - , las farolas. A mí personalmente me parece demasiado seria, me recuerda un poco el aire seco de las construcciones de Viena. Detrás del Capitole está el Donjon o torre del homenaje en una animada plaza – más íntima que la otra – y alberga la oficina de Turismo.
Le château de l’eau:
Esta es la curiosa forma que tienen los galos de llamar a los depósitos de agua. Es el más antiguo y se ubica junto al Garona, utilizando la fuerza de sus aguas para mover unas norias – que aun se pueden ver en su interior - y estas a su vez movían las bombas que subían el agua a su parte superior. De la parte alta – aprovechando la fuerza de la gravedad - alimentaban las fuentes públicas del pueblo. En la puerta de entrada hay una placa de una riada – crue en galo– que llegó increíblemente alta. Lo han restaurado y alberga exposiciones de fotografía y un centro de documentación fotográfica – cerrado por vacaciones - . Atención al horario porque sólo abren por las tardes y ya hemos hecho varios viajes para intentar verlo.
Vimos dos exposiciones de fotógrafos del este, uno eslovaco – Martin Kollar – nos presentaba interesantes y curiosas vistas de su país con un color diferente. El otro fulano había acompañado una furgoneta de congelados por Hungría o algún país así y la verdad es que no me llamó demasiado la atención.
También visitamos la exposición de Robert Doisneau que reseño en este post.
Este es un perro francés ( ?¿ ) , y me hizo gracia su mirada...
Desde la primera edición de este post he añadido el detalle de la fotografia. Me parece un perro especial. Cuando se levantó, moviendo el rabo, se notaba que era un animal cariñoso.
Desde la primera edición de este post he añadido el detalle de la fotografia. Me parece un perro especial. Cuando se levantó, moviendo el rabo, se notaba que era un animal cariñoso.
5 comentarios:
Agradable post de lo que debio ser una agradable jornada. Por cierto, el perro "mayestatico" debe haber recibido educacion gala, por su educacion y pose.
Imagino que si el perro tiene educación gala y estaba "mayestatico", el profesor galo - supongo - debía ser un cachondo republicano, o un cínico redomado, o ambas cosas...Educando a los perros con las poses reales...
Realmente fue una agradable y fugaz jornada. Dura poco la alegría en casa del pobre...
El cocho, mayestático o no, tenía una mirada muy interesante, tirando a fotogénica, lástima que huyera pronto...
joranada muy intensa, por la multitud de lugares y actividades llevadas a cabo. admirable la intensidad de sus visitas.
Todo es cuestión de dopaje; te metes uno de los famosos cafes galos au lait y no te quedan otros huevos que cepillar todo el día hasta la hora de comer; luego otro dopaje a base de pato u / y otro bicho muerto y así hasta la hora de merendar.
Luego pullmantur pegado al culo hace el resto.
Así se hacen los records de atletismo - creo - ...
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