miércoles, 23 de marzo de 2011

Una fábrica anónima...



Lo desconocido no es siempre sinónimo de temor. Muchas veces un lugar anónimo, una vieja fábrica abandonada, puede ser un lugar próximo, apacible y su visita resultar reconfortante, sorprendente, gratificante.
Por tu imaginación, viendo las viejas instalaciones, pasan los recuerdos de tantas mañanas frescas de invierno rumbo a la fábrica,... aquella primera paga, los nervios que pasaste al conocer tu primer trabajo, tantas sensaciones,... Ahora la fábrica está vacía, todos aquellos que pasaron por este amasijo de hierros y sus lágrimas -aquel triste día que cerró- corren, ya lejanas, por el cercano río.
La vida es un ciclo que, de generación en generación, sigue ininterrumpidamente. Como las aguas que bajan ruidosas entre las piedras -juguetonas- y subirán, cualquier día, en esponjosas nubes...

¿Cuántos de aquellos trabajadores perdieron su vida, en esta u otra fábrica, para que los demás mortales pudiéramos tener tal o cual materia, o avanzar en alguna espesa ciencia?, ya sé...y para que alguien se enriqueciera (me cago en todos los especuladores, malos empresarios, y tal y cual).


Pero esta idea no tiene nada que ver con esos aspectos, es mucho más idealista, más ingenua, más sencilla.
Busco en el interior de aquellas mentes, probablemente -como yo- ellos no pensaran en esa parte, tan sólo en aquel nuevo carro que compraría con el sueldo o un saco de trigo, que tanto necesitaban, para poder tener pan.



Todos los avances que ha tenido la sociedad han supuesto un sacrificio en su creación o en su fabricación. Héroes anónimos gracias a los cuales nuestra sociedad ha llegado hasta aquí. Es un pensamiento matizable, pues nos puede gustar, o no. Pero si elegimos la opción de utilizar todos esos adelantos debemos se consecuentes y asumir sus riesgos, no cerrar los ojos hipócritamente aparentando no ver más allá de nuestras narices.
Estoy pensando en los trabajadores de la central de Fukushima y en algunos "apocalípticos" hipócritas. Probablemente me gusten las nucleares como a cualquier miembro de Greenpeace, pero he asumido su riesgo -confiando en la profesionalidad de sus mantenedores- con la creencia de que es lo menos malo y lo que menos dependencia tiene. Las energías renovables y sus propietarios se están/estaban enriqueciendo con unos kilovatios "verdes" que, ocultando sus verdaderos costes, pretenden redimir conciencias intranquilas -es mi opinión- sin solucionar los verdaderos problemas.



Ahora viendo estas imágenes en mi memoria, pienso en ese esfuerzo definitivo de aquellos trabajadores y su entrega por los demás. Todo un servicio a la sociedad, responsables, sintiendo que aquello por lo que están dando la vida merece la pena. Me vienen a la cabeza más personas así; mineros, bomberos,...,otros héroes anónimos, que arriesgan su vida por los demás y, conociéndolo, luchan ilusionados por tener un mundo mejor.
Qué hipócrita puede ser nuestra sociedad y algunos de sus habitantes...


La apagada caldera de esta fábrica, o la piedra de "La Ferté" de este molino, descansan después de un largo trabajo bien hecho, de muchos años de duros esfuerzos, anónimos también. Que amarga existencia, olvidadas en un ruinoso edificio que cualquier día tapará con sus escombros tantos recuerdos y luchas. Sus historias descansarán, por fin, de tan larga agonía.


Que ingratos somos los humanos. Toda la vida trabajando para nosotros y nos olvidamos, cual mal recuerdo, de todas aquellas personas, !y máquinas!, que nos ayudaron en nuestro camino.


Espero, y deseo, que aquellos trabajadores tengan éxito en sus trabajos. Que sus vecinos se acuerden de ellos cada vez que vean una planta, o un pájaro volando y sean conscientes de que, gracias a ellos -y a ellas- disfrutan plácidamente de su vida. Probablemente ahora los miembros de su comunidad ya estén orgullosos de su trabajo, de su sufrimiento y de su entrega y sus lágrimas corran por aquellos lejanos mares recordándolos...
! Quien sabe si se encontrarán con las nuestras...!