jueves, 15 de enero de 2009

Un viaje a la américa profunda ( I V ), El Gran Cañón del Colorado


La cultura de los moteles en USA es algo digno de estudio. En Needles, junto al Motel 6 donde estabamos, había un restaurante Denny's de la cadena de los moteles, y en este - cachis - no vendían alcohol, hay que tienen la licencia como los Carrows y hay que no. Normalmente los que están cerca de las autopistas abren 24 horas, pero no venden alcohol. En algunos puedes comprar alcohol pero no consumirlo. Yo le pregunté a una camarera si podía beberme la cerveza en un zulo que había para comer lo que comprabas y aún se debe estar descojonando. Es lo que tiene la lógica americana.

Las señales en USA son un buen lugar para afinar la puntería. Nos encontramos bastantes en similar estado...


Salimos de Needles por la autopista 40 medio zoombies rumbo al Gran Cañon. En los primeros compases cruzamos el rio Colorado, que no parece grande a primera vista pero cuando te acercas acojona. Increibles puentes cruzan de un lado a otro tubos y autopistas. Cerca paramos a hacer unas fotos, había una explanada digna de mención, junto al Colorado.


Es muy curioso mirarse los trenes, hasta 100 vagones contamos un día, cargados hasta los tuétanos circulando cerca de las autopistas. Coloreadas máquinas en grupos de dos y tres tirando unas y empujando las otras, todas a gasoil - o lo que lleven - pero ni una catenaria ni media.


Pensabamos entrar en el Gran Cañon por la entrada sur; tiene dos, la norte y la sur, separadas en linea recta por 20 kilómetros, pero por carretera más de 200. No da la sensación de estar entrando en ningún lado, paisajes llanos, rectos, bosques pequeños, nada excepcional. Una columna de humo se divisaba en la distancia. Las dimensiones americanas acongojan, te parece que todo está cerca mirando el plano, pero una vez puesto en carretera, las cosas se estiran. Llegamos junto a la entrada sur y los carteles eran más abundantes, aunque faltaban 25 millas, casi 40 kilómetros. La columna de humo se había hecho pelín grande.

Hay un museo de la aviación, facilmente localizable por la cantidad de aviones del exterior, donde una amable señora nos dió toda clase de explicaciones sobre el cañon, el aeropuerto y las distancias. Cuando no tienes ni puta idea de donde estas, ni como se llega, ni que actividades tocan; estás un huevo de tranquilo, no te preocupas de nada, ¿ para qué vas a romperte la oraciones, no estás de vacaciones ?. Si hubiera venido Pullmantur, le da un juju.



Bueno a lo que ibamos. Llegamos al aeropuerto, miramos un helicóptero, reservamos, Daniel-José no se apuntó y me hizo de reportero. Nos dirigimos a la entrada del cañon, primero pasas por el pueblo - Tusayan - un cúmulo de tiendas, y un poco más adelante la taquilla para aforar y salvese quien pueda.
Seguíamos sin ver nada espectacular, el incendio quedaba atrás y parecia menos activo - o por lo menos no se veía tanto humo -.



Aparcamos en un mogollón de coches y ya se intuía el cortado, pero poco. Salí un poco desbocado rumbó al abismo y cuando lo ví, al principio no era consciente del mogollón que había allí. Después de un rato, cuando te acostubras a las dimensiones, empiezas a darte cuenta de lo increible del lugar y la belleza que tiene. Hay varios miradores y puedes ir de uno a otro a pie en la zona más frecuentada. Si quieres, la carretera 64 está llena de miradores y de rutas. Lo más curioso de los miradores es la dificultad de ver el rio, está tan abajo que las paredes no lo dejan ver más que en algunos trozos.


En la foto siguiente a la izquierda del sonriente hindú, siguiendo el barranco al fondo se ve una pequeña mancha marrón claro; eso es el río.


Estuvimos paseando por varios miradores, nos volvimos a comer algo, y a volar. La pizza no era muy buena dieta antes de montar en helicoptero, pero no había mucho más surtido en aquel antro. El helicóptero en cuestión era un bonito aparato, grande, 8 ó 9 plazas, rojo; elegí un vuelo alrededor del parque - pensé en lo único de la oportunidad y no en el precio -.


Me pusieron delante junto al piloto, no hablaba ni papa de cristiano, pero con semejante panorama para hablar estaba yo. Fuimos sobrevolando el bosque cercano y cada vez estaba más cerca el cañon. Pusó una canción de Alan Parsons para hacer la entrada en el mismo y cuando dejas el bosque para pasar sobre el cañon el vacio a tus pies es...1500 metros, más o menos. Y como lo ves desde el suelo del parato que es casí transparente, aún impresiona más. Me costó varios minutos tener la boca cerrada y probablemente el hecho de quitarme la cámara el piloto me despertara de aquel sueño. ¿ Para qué coño querrá el piloto mí cámara ?. Pues muy fácil; para hacer fotografías por su ventanilla que no tenía cristal; ! Josan que preguntas haces ¡. Como soltó el mando de pilotar, en el primer momento - acto reflejo de conductor -, se me ocurrió cogerselo, aunque varias décimas después me dí cuenta de mi idea de bombero...




No da muy buen rollo ver a tu piloto, con la cámara, por la ventanilla, dale que te pego, e incluso hacerles fotos a los de detrás, como si estuviera de fiestuki, Increible... El Cañon visto desde el aire es algo único, no me cebe a darle al disparador, disfruté de las vistas, y disparé, pero la gocé intensamente. No se hace uno idea de las dimensiones; es superlativo. Aterrizamos y sentí pena por dejar aquella maravilla. Hubiera podido estar allí todo el día volando de un lado para otro.


Volvimos al cañón para verlo al atardecer- esta vez por tierra -, habíamos estado a la mediodada, y la luz tenía que mejorar. El lado oeste de los miradores estaba petado de japoneses y demás vándalos a la espera del ansiado atardecer. Vimos algunos miradores más y me extraño que no se mate más gente, sobre todo cuando disminuye la luz, porque los hostiones son increibles y aunque hay carteles por todo, la peña se sube - y me incluyo - por todas las piedras y montículos que hay. La luz había mejorado un huevo y nos cebamos a disparar con la luna, y todo lo que pillabamos, lástima de no tener el trípode...Así tengo un motivo para volver, Je, Je...




Se hizo de noche y seguimos por la 64 - la carretera que lo rodea - y comenzamos a buscar lugar para dormir - no teníamos reserva, era sábado, y la zona se las trae - , seguimos, seguimos, llegamos a Glen Canyon Dam y allí peor. Cruzamos la salvaje presa de Glen Canyon, con su puente todo vallado para que la peña no se tire, y no pudimos ver ni el agua. Bonito ambiente nocturno.

Seguimos - había luna llena - por los laterales del Powell Lake, iluminados difusamente, fantasmagóricos, sugerentes, bellos. No había ningún motel cerca, tampoco gente - era sábado - todos paseaban con sus pickups y sus motoras. Las doce y sin vender una escoba, la una, las dos, unas luces estridentes en medio de la carretera nos indican un accidente, pero los rangers deben ser gilipollas perdidos porque con semejante lucernarias no dejan ver nada, y Dani les pasa a cuatro dedos.

Continuamos y al final de una carretera, casi sin combustible - pelín acojonados por la hora -, encontramos una gasolinera y podemos repostar. Continuamos, creo que son cerca de las tres, un pueblo fantasma nos da la bienvenida, las llanuras nos han dejado baldados y necesitamos descansar. ¿ Cómo se duerme en los Fords ?. Otro pueblo sin ningún lugar donde dormir, casi vamos a llegar a Las Vegas como nos descuidemos, pero de pronto cerca de la autopista, un polígono nos descubre un pedazo de hotel con luz, tienen habitaciones, caras, pero ya no tenemos cejas...Mañana será otro día.



(La foto que salgo en el abismo, es de Dani )

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La foto del abismo es im-prezionante! Pareces una pulgueta ahí en medio, cuan pequeños semos, eh!
La de los pies rozando el peligro seguro que es tuya, ¡ay que poco conocimiento!
Un beso

Josan me fecit dijo...

Conocimiento, lo que se dice conocimiento, la verdad es que tengo poco.
Estaba haciendo la fotografía, me vi los pies y me hizo gracia...