Sábado, 9 de Febrero. Como cada invierno, tocaba la peregrinación hacia el ibón grande de Batisielles ( 2216 m.), y tras los examenes elegí este finde . El valle de Batisielles y su vecino el de Eriste tienen una abundante colección de ibones, que en este tiempo están camuflados bajo el blanco elemento. Este año preparé más bien poco la salida, pero cogí porsi las raquetas, pues el miercoles había nevado. Toda la peña estaba esquiando el sábado, y en el valle de Estós no había ni caracoles. Al subir no encontré a nadie, ni en la cascada de Escarpinosa, ni en el camino. Al bajar si que encontré a 5 personas, pero más abajo de la cabaña de Santa Ana.
Al llegar a la entrada del valle estaba todo bastante seco y carente de nieve por lo que, ingenuo de mí, no cogí las raquetas. El camino, como de costumbre, era un cuajo de hielo, y en algunos lugares estaba casi impracticable sin crampones. Una vez en el desvio de Batisielles la nieve era más abundante, polvo y sin transformar. Gracias a los escaladores de hielo, supongo, la huella era abundante, aunque un poco blando todo. Llegué al ibón pequeño sin problemas dignos de mención. La huella continuaba hacia Escarpinosa, pues era de los escaladores de hielo que iban a la cascada de Perramó, bonita cascada de tres largos y dificultad razonable. La vista de la cascada era un poco lamentable, el primer largo limpio, segundo semi cubierto de nieve, y tercero impracticable. Vamos una pena.
Una vez bien embadurnado de crema y colocadas las polainas me dispuse a continuar el camino hacia el ibón superior. No había huella y unas trazas de esquis me animaron a seguirlas, pero su dudoso destino me hizo desistir y continuar abriendo. La nieve estaba abundante y sin transformar, me hundía hasta la rodilla y de vez en cuando hasta los huevos, en el más estricto sentido de la palabra. Me recordaba un año que tuve que hacer un surco porque subía un metro y bajaba dos, y al final abrí una generosa y cansina calle. Hasta más de la mitad de la ruta sufrí bastante, pero a eso venía. Luego en la segunda mitad la alta insolación de la zona hace que el espesor de la nieve sea menor y allí la cosa se suavizó un poco.
Una vez arriba la vista y la compañía lo merecen todo. Como siempre el esfuerzo valió la pena. Volví a ponerme crema porque hacía un sol del carallo. Me despedí hasta el año que viene y para abajo, pues no había madrugado demasiado y empezaba a tener hambre. Las necesidades primarias del hombre no se deben descuidar... En uno de los numerosos momentos de relajación pensé en subir otra vez en verano a escalar en la aguja, pero institucionarlo, como en invierno, todos los años. Me acordé de una vez que hicimos la normal con Deivid y nos gustó mucho. Pues eso....
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