lunes, 3 de mayo de 2010

Calasanz e un llugá chico


Este es el título de un interesante libro que recoge multitud de datos, anécdotas, y retazos de la historia de este pintoresco e interesante llugá. Gracias a iniciativas como ésta, personas amantes de su pueblo, de la historia, divirtiéndose, utilizando su tiempo libre, y su dinero, hacen su propia historia, no profesional en la mayoría de los casos, pero mucho más interesante y humana.



El monte está muy verde, exuberante, luminoso, el atardecer arroja sobre los sembrados su luz tamizada, el viento mece las espigas que, gracias a la abundante lluvia, están inmensas. Cualquier día las vemos ya tostadas por el Sol pero, de momento, están maravillosamente verdes. Haciendo un periplo por la playa fósil de Peralta, al volver al villorrio, nos encontramos este rincón junto a la Ermita de la Virgen de la Ganza.


Hace frío, el viento susurra dulcemente a nuestros oídos lejanas canciones y su música se recorta por los cercanos riscos. El sembrado baila a su ritmo, los colores titilan y el cuadro, donde parece que estamos, es muy relajante. No dan ganas de irse, es todo tan hermoso...

La vista de Calasanz transmite paz, calidez, todos aquellos valores que poseen los pueblos y sus habitantes. Es un completo remanso.


Entre nube y nube, algunos rayos de luz nos iluminan, el cielo se recorta a jirones naranjas de los lejanos reflejos, la caliza se tuesta de su luz cansina. Nos vamos, otro día volveremos, pero seguro que no será lo mismo, cada día es único, cada atardecer también.


2 comentarios:

Enri dijo...

Pero que poético está usted, por Dios!
Por cierto, ese pueblo y ese libro me suenan de algo.

Josan me fecit dijo...

Es el susodicho pueblo, y su ambiente, lo que me inspira esos "versos", la naturaleza, y muchas más cosas.

Se cuide.