
"Todo respira vida y fuerza. Las cosas se ven claras; el aire es vivo y cálido"
Estas sentidas palabras escribía Azorín sobre Segovia -o por lo menos eso ponía en un cartelito-. A mí, sin llegar a semejantes vehemencias, me pareció una ciudad muy interesante y bella. No me la imaginaba así, tan rodeada de ríos y valles -que cosa es la ignorancia-. Me recordó poderosamente a Cuenca e incluso Toledo.

La Granja, Valsain y Segovia fueron nuestro destino. Era puente en Madrid -nos enteramos tarde- y, pese a los supuestos mogollones, nos pareció un lugar encantador. Este verano -que supuestamente los "meterorólogos" habían vaticinado como el más caluroso entre los que más...- propició unas temperaturas muy agradables y entre los árboles del jardín de la Granja estuvimos revoloteando cuales ardillas. Allí la gente se casaba con fracs y coches de época,... ¿quién dijo crisis?...

El turismo por nuestro suelo patrio siempre ha sido más practicado y apreciado por nuestros vecinos que por los propios habitantes. Sólo los apretones que está provocando esta puta crisis han planteado la posibilidad -por aquello de salvaguardar la economía- de que algunos cambien sus destinos por España.

Es curioso que todos -y me incluyo- siempre pensamos en conocer el extranjero, sin conocer lo de casa -y cuando digo conocer me refiero a valorar y disfrutar-.



Recorrer España requiere de nuestra curiosidad y esfuerzo por buscar los rincones adecuados, sentarnos y disfrutar -como seguro hicieron nuestros antepasados- liando un buen pitillo de caldo -es un decir- y viendo pasar el tiempo y las nubes.




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