Hace x años tuve unos esquís de travesía. Compré unas tablas baratas, unas Rossignol blancas, una fijación Silvretta 300 que vendía José de una partida de un señor de Zaragoza, y con dos c. me las monté yo mismo - así quedaron - y me fuí a probarlas a la Besurta.
En aquella época los llanos del hospital estaban sin habitar, y podías blasfemar todo lo que quisieras, como fue el caso, y no había ningún niño ni personal sensible de corregirte en tamaña heregía. Como no tenía botas a tal efecto empecé a probar con mis fallecidas Scarpa, y la verdad es que no me iban mal del todo. Conforme subía se me iba llenando el espíritu de ambiente montañero y la camiseta de energías evaporadas, pero de pronto, como no, algo falló, las pieles de segunda mano comenzaron a tocar los huevos, se empezaron a despegar de las colas - no tenían entonces enganche - y el perfecto ambiente montañero se fue ensuciando. Cuando se despegan, se despegan y por mucho que recuerdes la familia de nuestro señor, la cosa no se arregla , y normalmente se empeora. Mi frágil paciencia se fue evaporando a un ritmo más rápido que el sudor de mi espalda y comencé a soltar un humillo peligroso. Recogí la parada y me volví a casa a intentar comprender donde la había cagado.
Posteriormente repetí la "salida" con otras botas, y allí sumé la incomodidad de las susodichas al programado acto de despegarse las focas y eso fue el acabose. Recogí la parada de manera total, me vendí las fijaciones y dejé los esquís en una esquina.
Siempre había sido una asignatura pendiente el tener unos esquís de travesía - y utilizarlos bien - y este año con ocasión de mi cumpleaños he tirado la casa por la ventana y me he mercado unos, con sus botas. Estos tienen un enganche en las pieles - en las colas - para intentar evitar el desagradable acto de despegarse.
El sábado salí tarde del villorrio - las 11 - para llegar a Cerler una vez los esquiadores hubieran asentado sus coches en el parking y poder salir antes que ellos - en teoría - . A la una " tranquilamente" intente buscar un sitio para ello, y si me descuido aparco en Benasque. Menos mal que hay crisis...
Me coloqué los esquís e intentando evitar todo lo posible las pistas inicié la ascensión desde el Molino a 1500 m. hasta la cima del rincón del cielo a 2322 m. La silla del Rincón estaba chapada por el aire y eso me vino de perlas por tener la pista de labert casi vacía. Cogí el camino que lleva por la pista de la Rabosa - totalmente helada - y allí, en una lucha con el fuerte viento, fui subiendo como podía por aquella pista de patinaje. Cuando llegué al cordal el fuerte viento me arrastraba lateralmente, y suerte de mi "fuerte complexión" que me mantenía pegado al suelo, sino inicio el vuelo cual ave rapaz.
Una vez arriba tuve que protegerme del fuerte viento junto a la caseta y allí me preparé para la bajada. Estaba cansado y las botas, menos rígidas que las de pista, se notaban más juguetonas y controlaba menos.
Resumen: no hubo blasfemias dignas de mención, las pieles se quedaron en su sitio y todo funcionó dentro de lo previsto. Lástima de una mejor climatología en la cima para poder tomar más fotos y poder estar un rato tranquilo. Para repetir.
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